Historia universal de la infamia, o el No del 26 de septiembre
Mientras el Sí celebra el fin del
conflicto armado interno más antiguo del hemisferio y los beneficios sociales y
agrarios contemplados en el Acuerdo, el No insiste en enarbolar el resentimiento
y manipular la verdad.
Cuando
iniciaron los diálogos de paz en La Habana, Cuba el 4 de septiembre de 2012 los
detractores comenzaron a criticar la negociación con argumentos que se fueron
haciendo cada vez más incongruentes hasta que en 2016 rayaron en lo disparatado
e inadmisible. Desde una impunidad que no existe y la renuencia a reconocer
orientaciones políticas diferentes hasta la falsificación de trinos de
celebridades y la manipulación de contenidos (propósito: infundir miedo). A Juanes,
Pirry, Nairo Quintana y Mariana Pajón los falsearon en sus posturas frente al
plebiscito y una valla de Rodrigo Londoño como presidente electo en 2018
elevaron en Santa Marta; por no mencionar la majadería majaderísimamente
majadera de la oratoria disparatada y desesperada de Álvaro Uribe y de quienes
a ciegas lo siguen.
El ‘No’, sin
embargo, insiste en que se respete su postura. ¿Sus razones? Una mentira (la impunidad)
y la intolerancia (no querer comunistas en el Congreso). Consideran ilegítimo eso
de ser político y comunista. Durante toda su vida han concebido el comunismo
desde un único punto de vista, ese desde el cual no pudo ser otro en virtud,
precisamente, de la persecución política: la guerra. ¿Se nos olvidó la época de
La Violencia (1948-1958) y el exterminio sistemático de la Unión Patriótica (1985-2002)?
¿Después de sesenta años pretendemos continuar negando a otros su derecho a
expresar sus ideas políticas? Tendríamos que ser una clase especial de idiotas.
Las ideas carentes de validez teórica o pragmática se contrarrestan con
criterios racionales y empíricos, no mediante la exclusión sistemática de sus
voceros (política o físicamente).
El colmo de
la indolencia lo presencié anoche durante la celebración de la firma del
Acuerdo de Paz cuando en Facebook me encontré con una publicación que rezaba:
“No puedo con esta mentira. Qué dolor”. No, pues. ¡Qué dolor la terminación del
conflicto armado interno! ¡Qué dicha 200 mil víctimas! ¡Qué dicha 7 millones de
desplazados! ¡Qué dicha medio millón de mujeres violadas! ¡Qué dicha 10.000
niños reclutados! Creo, sin temor a equivocarme, que con lo que no se puede es
con un dolor fingido por parte de quienes experimentan la guerra desde la
comodidad de la distancia con un mito de impunidad en la boca y la confesión egoísta
de no querer tener desmovilizados defendiendo las ideas políticas por las
cuales empuñaron las armas. El mismo egoísmo de 1958. Con eso es con lo que no
se puede, pues guarda el germen de la violencia y el recuerdo del infierno.
El colmo del
cinismo lo presencié anoche durante la celebración de la firma del Acuerdo de
Paz cuando en Twitter me encontré con un trino de Álvaro Uribe que reza: “#ConArgumentosDigoNo La comunidad internacional debe saber que Colombia no ha vivido en guerra”. Irónico. Afirma “Con argumentos digo No” y acto seguido
profiere un disparate. De pensar que así hay muchos funcionarios de la
República, pero ningunos la sacan del estadio como los del Centro Democrático,
especialmente Paloma Valencia y la representante a la Cámara por el mismo
partido, María Fernanda Cabal. La primera con el Sagrado Corazón de Jesús que
reemplaza a este por Álvaro Uribe en la sala de su casa y, la segunda, con su
deseo de pudrir a García Márquez en el infierno y de exigir que las fuerzas
armadas, en lugar de “hacer preguntas”, “maten”.
El colmo de la
desvergüenza lo presencié anoche durante la celebración de la firma del Acuerdo
de Paz cuando también en Facebook me encontré con una pancarta sostenida por
tres niños y el hijo del excanciller secuestrado Fernando Araújo Perdomo que
rezaba: “No acepte el ejemplo que está dando el Gobierno a las nuevas
generaciones. Corrijan los acuerdos”. Es decir: ¿no acepte el diálogo como
mecanismo de solución de conflictos y proteste en contra de los pactos que así
lo pretendan? ¿Moderándola con “Corrijan los acuerdos”? Esta última pretensión
no es otra cosa que el empecinamiento de someter a las FARC a una jurisdicción
ordinaria, lo cual no es un ‘acuerdo’ sino el resultado de un triunfo militar.
De modo que, continuar implicándolo (insistir en una presunta “corrección”) solo
comprueba intolerancia e intransigencia.
“Quiero la
paz y por eso voto No” es el eufemismo de una crítica almidonada que esgrimen
como ‘pacífica’ porque, si no, la razón de su discurso matizado de cristianismo
disimulado no tendría fundamento y su máscara caería al vacío: el rencor o
resentimiento.
El colmo de
la desinformación lo presencié anoche durante la celebración de la firma del
Acuerdo de Paz cuando en internet me encontré con un blog que establecía: “Los presidentes que tienen a sus países en crisis son los que apoyan el Sí en el plebiscito”, refiriéndose a Rafael Correa, Evo Morales, Nicolás Maduro y Raúl
Castro. Francamente, no sé quién le dijo al autor del blog que Ecuador, Bolivia
y Cuba están en crisis, tres países destacados en el respeto de los derechos
humanos ante la ‘castrochavista’ –según el uribismo– Naciones Unidas, por no
mencionar “El milagro ecuatoriano” y “La transformación de Bolivia”, titulares
de Revista Dinero y del diario británico The Guardian, respectivamente.
Definitivamente las campañas del ‘No’ no tienen una manera distinta de
promoverse.
Lo que hicieron
Álvaro Uribe Vélez y el Centro Democrático en compañía del Procurador Ordóñez
en Cartagena de Indias tiene un nombre y no deseo mencionarlo. Mientras
Colombia y el mundo celebraban la terminación del conflicto armado más antiguo
del hemisferio y el tercero más antiguo del mundo –ocupando el segundo lugar después
de Siria con el mayor número de desplazados internos– ellos hacían campaña en
su contra, en contra del pacto que a él puso fin después de sesenta años. El
expresidente uruguayo José ‘Pepe’ Mujica dijo el sábado: “Si Colombia dice ‘No’
daría la impresión de de ser un pueblo esquizofrénico que se aferra a la guerra
como forma de vida”. Ciertamente mereceríamos un lugar especial en la ‘Historia
universal de la infamia’ del célebre escritor argentino Jorge Luis Borges bajo
el seudónimo: ‘Los enfermizos’.
Colofón I: Semana.com reprodujo el lunes una
nutrida investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica que revela que,
desde 1977 hasta el 2015, en Colombia han sido asesinados 152 periodistas. No,
no es Venezuela. Es la Colombia libre y pro-yankee donde también fueron
asesinados 105 líderes sociales solamente en 2015 y otros 13 en un 2016 que aún
no acaba; también donde existen 7 millones de desplazados, 1.4 millones de
muertes evitables a manos del sistema de salud y millares de niños desnutridos.
Pero: “¡Nos vamos a volver como Venezuela con el Acuerdo de Paz!”. Entonces
nuestros problemas –o prioridades– se reducirían a no tener papel higiénico
sino la hoja del árbol o agua en lugar de leche. Mejor dicho, se va a acabar el
mundo. Como decía el escritor uruguayo Mario Benedetti: “Dios, que no existe,
que nos asista”.
Colofón II: La manipulación y la mentira que
abiertamente amparan las exigencias del ´No´ proveniente del uribismo
constituyen un ejemplo inequívoco de demagogia. Si los detractores del ‘No’
resistieran las ganas de morirse de miedo y, en lugar de dedicarse a tragar, se
dedicaran a masticar, la razón les haría reír a carcajadas del absurdo de sus
sandeces y de la irracionalidad de sus miedos. De paso, también les devolvería
la voluntad para endurecer los dientes (metáfora para: formar criterios).
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Esta columna
fue publicada en Semana.com:
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