El egoísmo, o la necedad, del No
Señores
del ‘No’, su posición –repito, no ustedes, sino su posición– no es, en modo
alguno, respetable. Su posición entraña un egoísmo nacido de un resentimiento
que se niega a reconocer razones e historia simultáneamente.
Algún día un escritor escribirá, como el Premio Nobel de Literatura José Saramago, su propio ‘Ensayo sobre la ceguera’ para ilustrar el egotismo de un sector político en Colombia: el uribismo.
El ‘No’ no
entiende qué es un conflicto armado interno. El ‘No‘ no entiende qué es un
Acuerdo. El ‘No’ no entiende qué es una curul. El ‘No’ no entiende qué es
justicia. El ‘No’ no entiende o no quiere entender un reverendo carajo de nada
y así pretende enarbolar discusiones. El ‘No’ no ha consultado el Acuerdo o la
historia, el interés de las víctimas o considerado la situación de quienes a
diario se exponen a la guerra y así pretende se respete su postura. ¿Cómo es
posible este ‘al revés’? Como he sostenido en columnas anteriores: exigir el respeto de una idea u opinión es muy común en quienes no pueden defenderla y confunden el respeto de su persona –que a todas luces e incondicionalmente merecen– con el respeto de su idea u opinión.
Señores del
‘No’, un Acuerdo no es un espacio donde poder imponerse, sino una negociación
donde poder concertar. Señores del ‘No’, una curul no es ni la presidencia ni
un ministerio y tampoco la procuraduría nacional. Señores del ‘No’, la justicia
no es sinónimo de venganza y tampoco o, al menos no necesariamente, el
Panóptico de Bentham. Señores del ‘No’, ni El Salvador (1992) ni Guatemala
(1996) ni Nepal (2006) son hoy en Centroamérica o en el Himalaya la Venezuela
de América del Sur. Señores del ‘No’, las consecuencias penales de cada delito
varían según el móvil que inspira al victimario o, por entrar en la
nomenclatura del Derecho Penal, según el ‘ingrediente subjetivo’. No es lo
mismo el secuestro de un hijo que el secuestro de una persona extraña para
obtener un provecho económico; como no es lo mismo empuñar las armas para
eliminar sistemáticamente a un grupo político, étnico o religioso (genocidio)
que empuñar las armas en consecución de un modelo de Estado (conflicto armado
interno).
Señores del
‘No’, una jurisdicción ordinaria es el régimen judicial regular aplicable a
quienes cometen un delito común y son capturados por tal motivo, no una
jurisdicción especial. Señores del ‘No’, una jurisdicción especial es la que se
acuña cuando las circunstancias son también especiales (conflicto armado
interno). Cuanto más rápido lo entiendan más rápido podrán entender que el
acuerdo de paz con las FARC goza de la salud que nunca gozó el acuerdo nacido
en la mesa de Santa Fe de Ralito en 2003 ni la Ley de Justicia y Paz en 2005. (Basta consultar y contrastar) Hoy deciden permanecer sordociegos mientras ayer
decidieron permanecer sordomudos.
Señores del
‘No’, ustedes dijeron que las FARC no pagarían cárcel. Señores del ‘No’,
ustedes dijeron que las FARC no entregarían niños reclutados. Señores del ‘No’,
ustedes dijeron que las FARC no pedirían perdón. Señores del ‘No’, las FARC
pagarán hasta 20 años de cárcel y la Corte Penal Internacional (CPI) certificó
la inexistencia de una impunidad solamente existente en los labios de Álvaro Uribe
y de quienes también irresponsablemente repiten todo lo que dice. Señores del
‘No’, las FARC comenzaron a entregar los niños reclutados el 9 de septiembre.
Señores del ‘No’, las FARC pidieron perdón el 12 de septiembre. Señores del
‘No’, ustedes no poseen un solo argumento; solamente resentimiento.
Señores del
‘No’, su posición –repito, no ustedes, sino su posición– no es, en modo alguno,
respetable. Su posición entraña un egoísmo nacido de un resentimiento que se
niega a reconocer razones e historia simultáneamente. Les tengo noticias, sin
embargo: ¡esto no se trata de ustedes! Se trata de siete millones de
desplazados. Se trata de mil novecientas familias masacradas. Se trata de medio
millón de mujeres violadas. Se trata de diez mil niños reclutados. Se trata en
fin, de Colombia y de la paz que a la luz de la Carta Política constituye no
solamente un derecho sino también una obligación. ¿Quiénes son ustedes para
oponerse? Niños encaprichados sin un chupo en la boca.
Señores del
‘No’, si no están satisfechos con el Acuerdo, tomen un fusil y súmense a las
filas de los soldados en búsqueda del triunfo militar que en sesenta años
ningún presidente pudo lograr y sométanlos a cualquiera sea la jurisdicción o
pena que consideren conveniente. Si no, no exijan a otros lo que ustedes no
harán. Supérenlo y dejen a Colombia vivir en paz.
Colofón:
“Timochenko presidente”, exclaman muertos del miedo, y aducen la campaña
presidencial de Trump como ejemplo de un imposible hecho posible. No es que
Timochenko llegue o no llegue a la presidencia, sino que, si llega
democráticamente –lo cual dudo– el Centro Democrático sería el primero en la
fila que tendría que aguantárselo. El problema no es que alguien sea comunista
o capitalista, Hillary Clinton o Donald Trump, sino que pretenda ejercer la
política con armas en mano (sean paramilitares o guerrilleros). Uribistas,
independícense de ese de quien repiten todo lo que oyen y abandonen el cuento
del pésimamente acuñado vocablo ‘castrochavismo’ (económica e históricamente). Quizás
baste saber que el gobierno más capitalista del mundo apoya los acuerdos de paz
celebrados en La Habana, Cuba: Estados Unidos.
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Esta columna
fue publicada en Semana.com:
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