Ser Pilo Paga, o discrimen de Estado
La
discriminación, el entendimiento incompleto y fragmentario, siempre se
encuentran en el punto de partida del conocimiento humano. Masanobu Fukuoka
(1913 - 2008) biólogo y filósofo japonés.
La
«discriminación» se define como «selección excluyente» o «trato desigual a una
persona o colectividad por motivos raciales, étnicos, religiosos, políticos o
de género» (Real Academia Española). ¿De qué otra forma podría entenderse el
afamado programa Ser Pilo Paga (SSP) que en adelante constituirá una política
de Estado según anunció el presidente de la república, Juan Manuel Santos
Calderón? ¿O no son los pilos los únicos beneficiarios del programa, es decir,
el 1% de la población nacional?
En
entrevista con Semana Educación la senadora Claudia López expuso con claridad cómo
funciona el programa cuyo atropello la ciudadanía no tiene la instrucción
necesaria para explorar. En resumen: el presupuesto nacional, suficiente para
abastecer de educación a toda la población (Presupuesto Nacional), se dilapida
cada vez más tras destinarse únicamente a la financiación de la educación de
personas sobresalientes que pertenecen a los niveles I y II del Sistema de
Clasificación de Beneficiarios de Programas Sociales (Sisbén). Personas
sobresalientes en una categoría socioeconómica superior al nivel II o personas
no sobresalientes en una categoría socioeconómica inferior al nivel III no
tienen derecho a la educación superior (salvo sean pudientes, pero en ese caso
gozan de un privilegio, no de un derecho). Estamos hablando del 85% de la
población nacional, según la Secretaría de Planeación. Si eso no es privilegiar
el derecho a la educación de una ínfima minoría (sobresalientes sin recursos) a
expensas del derecho a la educación (básica incluida) de una inmensa mayoría
(no sobresalientes sin recursos); si eso no es un tratamiento aborreciblemente
excluyente; si eso no constituye un discrimen de Estado: ¿qué es?
A este
discrimen se suma otro que también hace parte del mismo programa: la
financiación de las universidades privadas (que no la necesitan) a expensas de
las universidades públicas (que sí la necesitan). El déficit de estas últimas
es de 11,2 billones de pesos colombianos según el informedel Sistema Universitario Estatal de Colombia (2013).
El
problema de la recién anunciada política pública es, no obstante, uno encima de
otro: el originario. Según nuestra Constitución Política y también la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(Unesco), la educación es un derecho de la persona y el Estado está en la
obligación de garantizarla “a todos por igual” (por necesidad lógica: implica
la misma calidad). A eso que debe ser ofrecido de modo incondicional en el
marco de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (ONU) que lo
establecen como una concesión inalienable (siendo inherente al desarrollo
humano) el Estado colombiano le impone dos condiciones (léase «restricciones»):
ser pudiente y, ahora y para siempre, también sobresaliente o, por entrar en la
nomenclatura del discrimen de Estado en mención: «pilo» (según criterios de
evaluación ampliamente cuestionados por pulcros expertos en la materia, como Julián deZubiría, Víctor Manuel Gómez o María Patricia Asmar).
En virtud
de la necesidad y de la ignorancia que Colombia padece, resulta
sensacionalmente atractiva la consigna «Ser Pilo Paga». Las clases bajas
pensarán que para gozar de un derecho universal no basta con formar parte de la
especie humana: están en la obligación fabricada e injustificada de sobresalir
intelectualmente. Es como garantizar el derecho a la salud solo a quienes
demuestren encontrarse en un estado óptimo de salud. ¿Se hace claro el cinismo?
La ciudadanía, empero, no tiene claridad sobre sus derechos o los mecanismos de
acción para defenderlos; tampoco conoce el flujo de caja del Estado o cómo
funciona, exactamente, el discriminador programa; no tiene, en fin, la verdad
en sus manos y de ahí que acepte las limosnas que le ofrece el Estado mientras
algunos se hacen cada vez más millonarios con la discriminación que ahoga la
igualdad social en el abrevadero del interés privado.
Juan
Manuel y Gina: regodearse hablando de Ser Pilo Paga o de la educación en
general ejerciendo una práctica contraria a su naturaleza inalienable no es un
ejercicio incompleto e hipócrita, sino opresor: la exclusión nos deja como
siervos o campesinos medievales atados al feudalismo inamovible bajo la nobleza
tirada de los hilos del rey. Por eso no cuajan las pretensiones financieras del
Estado con la valoración moral de un derecho y mucho menos su caracterización
‘rifaresca’ mediante el eufemismo cínico o burlesco "política
pública" (más bien "lotería nacional", y exclusiva).
¿Acaso
no traicionamos los postulados éticos de la educación que establecen su
gratuidad para poder ser el vivo ejemplo de un catálogo de derechos de quienes
lo esgrimieron como una realidad encarnada en el registro moral e imborrable de
la historia humana? ¿Por dónde se cuela entonces el discrimen que clasifica la
educación como privilegio juntando poder y capricho para, como termitas
hambrientas, carcomer el bienestar de un pueblo? ¿Cuál es el nombre del poder
que tiene el sector privado sobre nosotros para, en razón de la defensa de la
ignominia, arrastrar nuestra ética y la probidad de nuestra administración
pública? Si la prevaricación (delito contemplado en nuestra legislación penal)
se define como «una actuación contraria al Derecho por parte de un funcionario
público a sabiendas de la arbitrariedad o injusticia de su actuación», el
Estado colombiano –y el Ministerio de Educación– podría ser enjuiciado por tal
motivo: recrudecer la restricción del acceso a un derecho universal dilapidando
los recursos públicos.
Exclusión análoga
Siendo
que el derecho a la salud no es, en modo alguno, diferente, sino también un
negocio de las Entidades Promotoras de Salud (EPS) gracias a la Ley 100 de 1993 (bajo la cual se produjeron 1,427,535 muertes «evitables» entre 1998 y 2011
según el informe No. 3 del Ministerio Nacional de Salud presentando ante el
Congreso en 2014 por el Observatorio Nacional) la república de Colombia está en
mora de declararse un «Estado privado de Negocio», no un «Estado social de
Derecho» como trova la cada vez más prostituida Constitución Política con las
alhajas: «democrático», «participativo» y «pluralista»; entre otros adornos
aparenciales carentes de ejemplo práctico.
En 1998
ante la XIV Cumbre de Presidentes del Mercosur, el abogado y libertador
sudafricano Nelson Mandela (1918-2013) expuso la idea de «democracia social»
con una frase que se ha hecho célebre: “Si no hay comida cuando se tiene
hambre; si no hay medicamentos cuando se está enfermo; si hay ignorancia y no
se respetan los derechos elementales de las personas, la democracia es una
cáscara vacía, aunque los ciudadanos voten y tengan Parlamento”.
El
Estado volvería a prevaricar este año, según anunció Gina en enero, habiendo
prometido 227.000 millones de pesos para la segunda etapa de la lotería
nacional: "Ser Pilo Paga II". Mientras con ese dinero podría
financiarse la educación de más de 40.000 colombianos, el gobierno nacional
beneficiará únicamente a 12.505, es decir, únicamente a los "pilos".
Los demás: ‘quién les manda a no sobresalir intelectualmente’. El derecho a la
educación superior en Colombia es de los dotados, como la salud de los
pudientes.
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Esta columna fue publicada por Semana.com:
http://www.semana.com/opinion/articulo/david-bustamante-ser-pilo-paga-o-discrimen-de-estado/469332
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