El cuadro clínico del Uribismo
“Para
el que tiene miedo, todo es ruido”.
Sófocles (495 a.C. – 406 a.C.)
El
uribismo, como mesianismo político, ha pasado a ser una especie de catolicismo
de niños-adultos. Digo «niños» porque quienes
lo defienden lo hacen bajo el uso y abuso de la sinrazón como razón y cualquier
tentativa de crítica recibe como contestación un mecanismo de defensa que la psicología
llama « negación».
Se
trata de una actitud infantil, pues es en la infancia donde se desarrollan los
mecanismos de defensa (en ausencia de algunas destrezas) y quien está sumido en
estas cristalizaciones se le dificulta mirarse desde afuera y ver a un niño
(uribista) haciendo pataletas para que sus padres (hechos) no lo censuren o no
le arrebaten su juguete (para que no amenacen la imagen que tienen de su
atesorado expresidente). Los mecanismos de defensa constituyen una forma de
supervivencia en un ambiente en el que el inconsciente ha decidido ejercer la manipulación
(mecanismos de defensa) para mantenerse funcionalmente sano en términos
emocionales (poder seguir creyendo en la probidad –o santidad– de Uribe).
El uso
y costumbre de determinado mecanismo de defensa a muy temprana edad hace que el
niño (uribista) reaccione a la defensiva automáticamente en circunstancias no
necesariamente amenazantes. El mecanismo ha calado y se ha integrado como parte
esencial de la personalidad del niño en crecimiento en su camino hacia la
adultez (uribista) y sigue “untado” como un lunar hasta que sea “removido” en
forma apropiada.
La
utilización de tales mecanismos en forma abusiva, casi automática,
identificándolo todo como un ataque, como una treta o emboscada, como una
trampa o un engaño, como un disimulo o una mentira, como una persecución
personal, es decir, estar siempre a la defensiva, como quien está en una selva
rodeado de animales salvajes, no permite distinguir el peligro de la seguridad,
lo verdadero de lo falso, lo negativo de lo positivo, el camino a la felicidad (paz)
del camino a la intranquilidad constante (paranoia). Es como el soldado
acostumbrado a la guerra y una vez transferido a la ciudad, actúa como quien no
sabe adaptarse, por lo que crea guerras y disputas y grita y se descontrola y
ve enemigos dondequiera. ¿Algunas semejanzas con la situación presente? Como
los ve el uribista común en quienquiera se le opone o presenta un hecho que
controvierte la integridad ética o moral del afamado expresidente.
El
mecanismo de defensa entonces se cristaliza e integra como parte esencial de la
personalidad (idolatría) y resulta una tarea muy difícil removerlo (desmitificar).
El principio de la eliminación consiste en reconocerlo y las fuerzas del miedo
y del orgullo (otra especie del temor) luchan a favor de que esto no suceda,
pues la desaparición del mecanismo implica la necesidad de enfrentarse a la
verdad. Es como el alcohólico que no quiere reconocer su alcoholismo y está
siempre a la defensiva ante quien le diga que es alcohólico, o que Uribe no es
santo sino corrupto hasta el hartazgo. El principio para eliminar las
cristalizaciones descansa en reconocer que existen en uno. Como lo es reconocer
la corrupción de álvaro uribe vélez, cuya desvergüenza es tal, que ya ni
mayúsculas en su nombre merece.
Este es
el cuadro clínico del uribismo.
Publicado por Las2Orillas:
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