Traición a la patria y un ridículo llamado Samuel Hoyos
En abril de 2015 tres tristes tigres hijos de
expresidentes conservadores presentaron una carta pública en la que exigían del
presidente del Partido Conservador (David Barguil) hacer valer sus caprichos de
niños engreídos. Una carta en la que tres llorones acusan a Juan Manuel Santos
de no respetar sus postulados éticos de la niñez: (a) creer que lo público es
íntimo; (b) acusar a otro de habérselo arrebatado; y (c) hacer una pataleta.
Esos tres llorones son Enrique Gómez Hurtado, Mariano Ospina Hernández e
Ignacio Valencia López. Este martes, por su parte, se les sumó un ridículo
llamado Samuel Hoyos.
Aquella carta decía que la administración Santos “es un régimen inmoral, corrupto,
clientelista e irrespetuoso de la Constitución y de la ley […] que entregará el
futuro de los colombianos a un aparato de mando dominado por las fuerzas
comunistas que integran los grupos guerrilleros”. Que “el Partido no ha sabido
hacerse presente para orientar a los colombianos válidamente hacia una política
de orden e institucionalidad como lo pregonan sus doctrinas”. Que “cayeron en
una innoble trampa tendida por Juan Manuel con una frialdad espeluznante”. ¿Qué
es hacer valer un capricho mediante la interpretación falseada de la realidad? ¿Acaso
no exhibe el lenguaje de un niño engreído (político colombiano promedio) victimizándose
(manipulación) a la luz de su egoísmo?
Ahora el
ridículo de Samuel Hoyos (representante del Centro Democrático), junto con los
tres llorones antes referidos, estará compareciendo ante la Comisión de
Acusación de la Cámara para justificar la denuncia que a mediados del año
pasado presentó con ellos contra el Jefe de Estado por –óigase bien– ´traición
a la patria´. ¿Conocen dónde se ancla su argumento? En: “La indebida intromisión del régimen castrista de
Venezuela y Cuba es una violación a nuestra soberanía, permitida por Santos,
buscando sus intereses personales”.
No queda claro
si el señor no vive en Colombia o si sacó el diploma de Ciencias Políticas de
una caja de cereal o, como el Alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa Londoño, de la
manga. ¿De qué intromisión habla,
exactamente? ¿Y qué de todo lo aducido distingue a la administración de Juan
Manuel de la de Uribe y de la de los padres de los tigrillos en mención o, en
suma, de los demás presidentes? La terminación del conflicto armado interno más
antiguo del hemisferio (con el aval de la comunidad internacional, incluyendo la
Corte Penal Internacional y el Despacho Oval en Washington D.C.), lo cual no
es, en modo alguno, un interés personal
sino más bien general, nacional e internacional.
También existe
otra distinción: a pesar de que el problema natural de Colombia es, desde su
mismísima Independencia, la corrupción y el clientelismo (que por las ganas de
joder quieren achacársela solamente a Juan Manuel), la administración de Álvaro
Uribe Vélez ha sido la más corrupta en la historia política de Colombia y posiblemente
también del continente. ¿Qué tiene que decir de transparencia administrativa
quien apoya a un expresidente y senador abiertamente parapolítico cuyos testigos clave en su contra han sido
asesinados o extraditados? Nada. ¿Cuáles son las Chuzadas (DAS) de la
administración Santos contra magistrados, periodistas y líderes sociales? ¿Cuáles
son los 9 condenados y 18 investigados de la administración Santos? ¿Cuál es la
Ley de Alternatividad Penal (2005; paramilitares) de la administración Santos? ¿Cuáles
son los falsos positivos de la administración Santos?
¿Traición a la
patria? Señor Hoyos, continuar sonando el disco rayado de que Juan Manuel
Santos desconoció los resultados del plebiscito del 2 de octubre de 2016 no es nada
distinto al cinismo sustantivado como: conveniencia. Lo que se desconoció no
fue el resultado del plebiscito sino el resultado de la manipulación de un
sufragio. Una manipulación descarada y confesa. Descarada porque no cobra luz sobre el tenor literal (ni figurado)
del Acuerdo y confesa porque Juan
Carlos Vélez Uribe hizo hasta alarde de la propaganda negra. Eso sí es una
traición a la patria. Avergüéncese de su reclamo y, en forma más profunda, de
su ejercicio.
Colofón: Quizás para su alivio, señor Hoyos, si Colombia emulara el ejemplo
cubano no padecería desnutrición, analfabetismo y enfermedad. Tampoco padecería
los vicios dañinos del neoliberalismo económico –sin controles del Estado– del
que la clase privilegiada goza a expensas del campesinado. Tampoco habría
ocurrido Reficar, ni SaludCoop, ni carruseles de contratación o de otra índole,
ni las Megapensiones u Odebrecht y demás porquerías de las que jamás se ha
visto en Cuba desde 1958; especialmente eso de asesinar a 152 periodistas entre
1977 y 2015 o a 209 líderes sociales en solamente dos años (2015-2016), por no
mencionar siete millones de desplazados.
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Esta columna fue publciada en El Diablo Viejo:
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