La diputada de Santander, o la homofobia
“Cuando el miedo reemplaza
a la razón, el resultado suele ser odio y divisiones irracionales”. Al Gore
(1948), abogado y político estadounidense.
Este lunes, en la Asamblea de Santander, tomó lugar un “debate”
sobre la Ley 1620 de 2013 que pretende
promover un modelo de convivencia
escolar propicio para la
«formación y el ejercicio de los derechos humanos, la educación sexual y la
prevención y mitigación de la violencia escolar». Uno de los diputados de la
Asamblea, Ángela Hernández (Partido de la U), estableció que la comunidad
LGBTI, y asimismo el Ministerio de Educación Nacional (en cabeza de la ministra
Gina Parody), pretenden “colonizar las instituciones académicas con normas
homosexuales”. Luego, que “si en Colombia hubiera tantos padres de familia
interesados en que sus hijos crecieran en medio de estas costumbres o
prácticas, creen colegios LGTBI a ver cuántos padres matricularán allí a sus
hijos para que sean orientados en esta tendencia”.
Señora diputada: no entre en pánico ni difunda la ignorancia en
razón del pánico. Ni el artículo veinte del Manual de Convivencia pretende
hacer de los niños homosexuales ni la homosexualidad es contagiosa (como
tampoco la heterosexualidad). Primero, porque no es una patología; segundo,
porque es una condición biológica (como la heterosexualidad). Esto implica que no hay tal cosa
como enseñar a ser homosexual o heterosexual. Sus declaraciones
demuestran “un gran enjambre de ignorancia”, como con exactitud sentenció uno
de los representantes de la comunidad LGBTI, Máximo Castellanos. Su
desconocimiento frente a la homosexualidad constituye la fuente de sus miedos y
remediarlo le ahorraría enarbolar tanta sandez, e irresponsablemente.
1. La Asociación Americana de Psicología (APA) y Estadounidense de
Psiquiatría (APA) retiraron la homosexualidad del DSM IV (Diagnostic &
Statistical Manual of Mental Disorders) en 1973 tras haberla descartado como
enfermedad, patología o trastorno, siendo que para que una condición pueda ser
calificada de tal modo, debe revestir problemas psíquicos, por un lado, y
sociales, por el otro. Es decir: la condición debe reportar una disfunción en
el individuo. En Colombia la única disfunción que la homosexualidad presenta es
la discriminación o el «bullying» –nacido de la ignorancia– de que es objeto
(Sergio Urrego, 1997 – 2014). Tenemos 43 años de atraso en un conocimiento que
en gran parte del resto del mundo es común y medio milenio de una mentalidad
aún medieval caracterizada por un miedo irracional (reforzado por la
religión).
2. Según los estudios de los científicos Simon LeVay, Dick Swaab y Glenn Daniel Wilson (de las Universidades de Cambridge, Ámsterdam y Canterbury,
respectivamente); del académico Qazi Rahman (del Instituto de Psiquiatría, Psicología y
Neurociencia del London King’s College); y del neurocientífico colombiano y
paradigma en neurociencia en Colombia Ernesto Bustamante Zuleta (exdirector científico del Instituto Neurológico de
Colombia y profesor emérito de la Pontificia Universidad Javeriana), se
comprueba que durante los primeros seis (6) meses de gestación del feto se
radica en la estructura hipotalámica del cerebro un «gen homosexual» aún no
identificado que aflora en la pubertad. Se lo expondré de un modo muchísimo más
sencillo, sin embargo: usted puede excitarse con una persona del sexo opuesto
espontáneamente mientras con una persona del mismo sexo nunca. Lo mismo le
sucede –en el sentido contrario– a un homosexual. Tanto la erección del pene como el endurecimiento
del clítoris es una
respuesta bioquímica. Si la excitación sexual dependiera de nuestras
voluntades, no de nuestras naturalezas, ninguno tendría inconveniente en
sostener relaciones sexuales con un hombre o con una mujer, según el caso, y,
ahí sí, respondería a una costumbre o práctica cultural.
Después de todo, ni a usted ni a mí ni a nadie debe importarle la
orientación sexual de las personas, sean adolescentes o adultos. En Colombia la
biología pareciera ejercer el papel de una especie de “demonio” que ha
trastocado todas las razones sociales encerrando lo racional en clósets
mientras afuera se acepta solo lo aparente. Desde luego que son cosas “del
demonio” –como sostienen algunos, señora diputada–, porque solo “el demonio” no
acepta las cosas como la naturaleza o Dios las ha creado y así engendra culpas
en la sociedad que censura la homosexualidad contraria a la palabra que se
desborda en labios de religiosos e ignorantes en general. Desde niño se
deposita en la psiquis del homosexual un sentimiento de culpa o forma de locura
que lucha devanándole los sesos durante toda su adolescencia entre una esencia
que clama expresarse con libertad y una crítica social o religiosa que reclama
culpas y exige cambiar «esencias» por «apariencias» para poder “vivir”, no en
la felicidad personal, sino en la “paz” que exige la crítica social y la
religión. El prejuicio no es nunca solamente un error de juicio: es y ha sido
siempre, a todas luces e insistentemente, un solemne atropello.
El espíritu de la ley
El artículo 20 de la Ley 1620 de 2016 solo pretende orientar al
individuo –según su edad (como
se lee en el texto)– sobre la sexualidad en una sociedad donde los mitos y prejuicios
que giran en torno a la atracción natural entre personas del mismo sexo los
lleva a quitarse la vida. Señora diputada: las leyes y las expresiones de
funcionalidad para el propósito al que son expuestas (espíritu) parten de la
historia de vida de una sociedad o nación. Es necesario saber cómo fueron los
gobiernos o las situaciones en que se vivió para comprender por qué las leyes
fueron redactadas de una u otra manera, qué acciones pretendían evitar,
prevenir o castigar y cómo los aspectos concernientes en la sociedad pueden
haber cambiado y se necesite modificar la ley, enmendarla o dejarla sin
efectos. Las leyes surgen a partir de tales acontecimientos cuando recogen los
insumos que la sociedad va creando a través de la historia.
En este sentido, parece no tener claro: (a) el espíritu de la Ley
1620 de 2013; (b) el artículo 20 de dicha Ley; (c) el marco científico antes
explicado; ni (d) recordar que a falta del cumplimiento con una reglamentación
semejante se produjo en el Colegio Gimnasio Campestre de Bogotá un «bullying»
que llevó a un joven homosexual a quitarse la vida. ¿Cuántos más tendrán que
quitársela? La vida o el derecho a vivir en paz de estas personas no puede
seguir esperando por la madurez de usted y del Procurador General de la Nación.
Por eso no extraña que su mismo partido político (Partido de la U) haya pedido
abrir una investigación en su contra por discriminación. Es que, ¿acaso podría
faltar una razón de otra índole?
El periodista y crítico estadounidense Henry Louis Mencken
–generalmente conocido como el «Sabio de Baltimore»– solía decir que “la única
emoción permanente del hombre inferior es el miedo a lo desconocido, complejo o
inexplicable; lo que quiere, por encima de todo, es la seguridad”. Un anónimo,
por su parte, afirmó, sin temor a equivocarse, que “mantenerse en lo conocido
por miedo a lo desconocido equivale a mantenerse con vida, pero no a vivir”.
Por mi parte, considero que la comprensión es la sabiduría que invalida el
prejuicio o, en este caso, la homofobia. Señora diputada, documéntese e impugne
las leyes y conceptos verdaderamente nacidos del capricho, la mezquindad, la
intolerancia y el oportunismo político.
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Esta columna fue publicada en Semana.com:
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