El aborto, o la hipocresía de la Iglesia
Antes de la Constitución de 1991 el delito de aborto
en Colombia gozaba de varios atenuantes gracias a la Iglesia católica. Desde la
causal de honor hasta la de creerse ungido con el óleo sagrado.
Quién lo iba
a imaginar: la etapa previa a la Constitución de 1991 fue flexible sobremanera
con relación al aborto: desde el Código Penal de 1837 –pasando por los de 1890,
1936 y 1980– hasta el Código Penal del 2000 cuando quedó prohibido tanto sin
excepciones como sin las benévolas atenuantes de orden religioso. ¿No era la
Iglesia quien se oponía al aborto o a cualquier forma de intervención humanoide
sobre la vida porque solo Dios puede decidir sobre ella? ¿Desde cuándo un
Estado social de Derecho, que debería suponer la ruptura de un Estado
confesional, decidió relevar a la Iglesia del cargo papal? Aparentemente o,
según se constata en los archivos legales, tras la Constitución de 1991. ¿El “Mundo
al revés” de Eduardo Galeano (célebre escritor uruguayo)? Echémosle una mirada
a la retorcida paradigmática de la legislación colombiana (de veritas que somos originales).
El Código Penal de 1837 consideró que el aborto no merecía
castigo cuando se practicaba por un médico cirujano con el fin de salvaguardar la
reputación de la mujer soltera o viuda. ¿Ok? La causal se conocía como «honoris
causa». El Código Penal de 1890, por su parte, consideró “eximir
de pena al que con rectitud y pureza de intenciones se cree autorizado” –¿por Dios?–
para practicar un “parto prematuro artificial en conformidad con los sanos principios
de la ciencia médica (…) generalmente condenados por la Iglesia”. Pero eso no
es todo: hasta una rebaja de la pena contemplaba si la mujer “fuere honrada y
de buena fama” ante los ojos del juez. ¿Ok? El Código Penal de 1936, no obstante, comenzó a castigar la práctica con penas de prisión más
altas, pero mantuvo en pie –o al menos así se entiende– la causal «honoris
causa». (Los colombianos somos bastante delicados con cuestiones de orgullo o de
títulos). El Código Penal de 1980, a su turno,
previó
el arresto en lugar de la cárcel en dos circunstancias (que 26 años después la
Corte Constitucional adoptó como excepciones de despenalización del aborto).
La Iglesia
católica parece haber mostrado más preocupación por la honra de la mujer y por
la santidad de quienes le practicaran un aborto que por la vida del feto. Estaban
más pendientes del «qué dirán» que de la vida misma como también a lo largo de
la historia han estado más pendientes del control del pensamiento que de la
difusión del conocimiento.
¿No debería
la Iglesia católica a sus fieles una explicación sobre esta contradicción? Quizás
no. “La Iglesia, señor primer ministro” –dice el Premio Nobel de Literatura
portugués José Saramago en «Las intermitencias de la muerte»– “está de tal manera habituada a las respuestas
eternas que, no puedo imaginarla dando otras; aunque la realidad la contradiga;
porque desde el principio no hemos hecho otra cosa que contradecir la realidad,
y aquí estamos”. Ciertamente: “A la Iglesia” –continúa el Nobel– “nunca se le
ha pedido que explique esto o aquello; nuestra otra especialidad, además de la
balística, ha sido neutralizar, por la fe, el espíritu curioso” (la razón).
La contradicción histórica
No fue sino tras
la Constitución de 1991, cuando el resto del mundo comenzó a despenalizar el
aborto, que se prohibió categóricamente (sin excepciones ni atenuantes de orden
religioso). El Estado, no se sabe si confesional o laico, es una caminata de
contradicciones naturales (como lo es también el catolicismo, que predica la
vida y la solidaridad hasta desalivarse mientras al mismo tiempo permanece
criminalmente indiferente ante la desigualdad del mundo y se niega a reconocer
derechos de personas homosexuales).
El Centro de
Derechos Reproductivos (CRR) de Nueva York (EE.UU.) elaboró un mapamundi supremamente detallado sobre el aborto. Esta rigurosa
infografía revela que dos tercios de la población mundial viven actualmente en
países donde el aborto es permitido. Estamos hablando de Canadá (1988) y
Estados Unidos (1973); Cuba (1965), Puerto Rico (1976) y Uruguay (2012); España
(2010), Francia (1975), Austria (1974), Alemania (1976), Italia (1978), Holanda
(1981) y el Reino Unido (1968); Rusia (1913); China (1972); Sudáfrica (1997); y
Australia (1998). Pero, sobre todo, de Escandinavia: Suecia (1938), Dinamarca
(1939), Finlandia (1950), Noruega (1960) e Islandia (1975).
El tercer
mundo (América Latina, África y el Medio Oriente) prohíbe el aborto total o
parcialmente, mientras los países desarrollados (Norteamérica, Unión Europea,
Sudáfrica, Rusia, China y Australia) lo permiten incondicionalmente (el único
límite es el tiempo de gestación, que varía según el país). Lo que es la
religión, ¿no? Especialmente el catolicismo y el islam.
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Esta columna fue publicada por Semana.com:
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