"Mi hija la de izquierda" o "Así funciona el socialismo": un mito que merece aclaración
Deambula por ahí un cuento titulado Mi hija la de
izquierda –con el cual me topé hace unos días– cuyo autor pretendió adjudicar
al comunismo el mecanismo económico natural del capitalismo. ¿Ingenuidad o
conveniencia? (Lea el cuento aquí y continúe la lectura en el siguiente
párrafo). Este mito también circula bajo la consigna "Así es el socialismo" y expone el mismo ejemplo, solo que entre un profesor y sus alumnos.
El padre sugiere a la hija conceder una parte de su
nota a su compañera, creyendo ilustrar así la distribución
equitativa de la riqueza (comunismo). Pero se le olvida, ingenua o
convenientemente, que su hija no ha obtenido el logro de sus notas a costa del
trabajo de su amiga. Es decir, nada le ha robado a esta como para que a aquella
le corresponda hacer distribuciones o reivindicaciones. Es esta la que pretende
robarle a ella y graduarse a expensas de su esfuerzo (ahí sí está, no la lógica del comunismo, sino la lógica del capitalismo). La lógica que emplea quien inventó el cuento difícilmente
cuaja con la lógica marxista, es decir, no puede –porque las definiciones conceptuales no lo permiten– adjudicarla a “la plusvalía que mueve el mundo” (como solía expresar el
musicólogo y escritor cubano Alejo Carpentier). Ella se define como el valor
(x) que el trabajador u obrero crea por encima del valor (y) de su fuerza de
trabajo (salario) y ocurre cuando transforma la materia prima sobre la cual
trabaja. La diferencia entre X y Y se conoce como plusvalía. Me explico:
De unos troncos se hacen tablas, de unas tablas se
hacen sillas y muebles. Si los troncos tienen un valor monetario, al pasar por
el aserradero adquieren uno mayor tras su conversión en tablas y posteriormente
en muebles finos. La materia prima adquiere un valor cada vez mayor en la
medida en que sufre una transformación. Se trata del valor que el trabajo no
pagado del obrero crea por encima del valor de su fuerza de trabajo (salario) y
del que se apropia gratuitamente el patrón o amo. Lo mismo sucede en la
agricultura y en demás formas de producción de bienes y servicios (a
excepción de algunos) en una sociedad industrial. ¿Quién es el responsable? La
clase trabajadora: el obrero, el trabajador, el agricultor, el campesino, el
empleado, en fin, quien no recibe las ganancias de su producto sino el empleador
que se hace con ellas injusta pero legalmente (sistema capitalista). Ocurre
también en los medios de comunicación. ¿Quién produce las noticias, los
reportajes y las columnas de opinión? ¿Quién sale a documentar las
circunstancias de modo, tiempo y lugar de un hecho en particular? ¿El director,
el editor? El primero explota al segundo y el segundo a los demás (sin darse
cuenta de la lógica económica antes expuesta, a excepción del dueño del medio), del mismo modo en que, en el cuento, la amiga habría pretendido explotar a la otra.
¿Quién vive de quién ahora?
El cúmulo de capital se hace de este modo y se duplica
o triplica según se recorte la fuerza de trabajo o se amplíe la jornada laboral
(véase La riqueza de las naciones de Adam Smith, obra publicada en 1776). De
ahí que la revista financiera estadounidense Forbes declarara el 19 de enero de 2015 que pronto solamente el 1% de la población mundial ostentará la riqueza.
Como siempre ha sido, solo que la realidad se recrudece cada vez más con la
oleada del neoliberalismo económico (capitalismo a ultranza).
A esto se refería el cantautor y escritor argentino
Atahualpa Yupanqui (1908-1992) cuando compuso: “El trabajo es cosa buena; es lo
mejor de la vida; uno trabaja de trueno; y es para otros la llovida”. O Miguel
de Cervantes Saavedra (1547-1616) cuando en la primera página del Capítulo XI
del Primer Tomo de Don Quijote escribió (refiriéndose a la Edad de Oro):
“Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron los
nombres de dorados […] porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas
dos palabras de ´tuyo´ y ´mío´; eran en aquella santa edad todas las cosas
comunes” (rechazando el concepto de propiedad privada bajo el modelo económico
capitalista incipiente: el feudalismo). O Jesucristo cuando incurrió en cólera
al ver cómo el templo judaico se convirtió en un mercado regido por la misma
lógica, y sentenció: “Cabe más un camello por el agujero de una aguja que un
rico en el Reino de los Cielos” (Mateo 19;24). O la película Bicentennial Man
(1999) cuando el ‘amo’ (aún bienintencionadamente) pretende vender los relojes
y las artesanías creadas por las manos de Andrew (Robin Williams) y hacerse con
las ganancias, hasta que la hija le explica que le corresponden a Andrew, así
se trate de un robot (la forma del filme de representar a la clase trabajadora: como una mercancía más, es decir, como entes sensibles, creadores, cosificados por el sistema económico de turno, el capitalismo).
El cuento ´Mi hija la de izquierda´ no es sino una forma
más de lavarse las manos y de tachar al comunista predicador de hipócrita
insospechado. Una muestra del mismo oportunismo defendido por sofistas modernos
empleando sofismas cojos de juicio universal. Algo así como: ‘Si querés predicar el comunismo
mejor hacélo desde la distancia, al amparo de la sombra de un puente y cométe
las uñas si el hambre se asoma, o la saliva si la sed, porque si tan bueno es
el comunismo por qué no funciona y pare hambruna y miseria por doquier’, cuando
es al revés: los países neoliberales (Estados Unidos y gran parte de América
Latina y de África) son líderes en desigualdad, desempleo, corrupción y otros
problemas de elevada trascendencia social y humana, mientras los socialistas
(Cuba, Ecuador y Bolivia) o no neoliberales (Noruega, Suecia, Dinamarca,
Finlandia e Islandia; Escandinavia en fin), no. Pero las lecturas almidonadas
de David Held o de Tony Blair suelen distraernos tanto o más que los politólogos
en general o que los medios como CNN, Fox News, RCN y Caracol, que buscan
causar sensación en sus titulares, no comprensión de la historia, el porqué de
las cosas.
Cuando hablan de la expropiación efectuada por la
Revolución Cubana –es decir, de la confiscación de bienes a la clase social
alta o privilegiada– ‘para Fidel y sus secuaces hacerse con ellos y en el
proceso también convertirse en millonarios mientras el pueblo sufre’, no
advierten que están hablando del contexto económico mundial, no de Cuba; de un
modelo económico capitalista, no comunista. No lo advierten porque lo primero
fue y sigue siendo lo que los grandes medios dicen del comunismo para no
lesionar la imagen del capital privado. Si nos remontamos a la década del 60 en
Cuba, tendríamos a la radio-pirata estadounidense SWAN infundiendo miedo a
quienes se lanzaron al mar para luego no poder hacerse testigos de la mentira
que les vendieron. (Como campaña de propaganda negra homóloga en el siglo XXI
tenemos a la campaña del ‘No’ en Colombia). Por eso no extraña que Cuba se
encuentre en las alturas morales del pensamiento del Papa Francisco, como
también de las Naciones Unidas (especialmente de la UNICEF y la FAO).
Definitivamente el control político y la aprobación de
sus acciones dependen única o casi únicamente del poderío de la comunicación de masas.
No queremos comprender la razón de cualquier forma de
economía diferente porque, como del bloqueo económico, comercial y
financiero (Cuba; octubre de 1960), también hacemos abstracción de otro
concepto igualmente fundamental: la plusvalía o el plusvalor (socialismo
científico de Karl Marx y Friedrich Engels, la base de la crítica al sistema
capitalista). Ninguno quiere ceder nada (egoísmo) mientras salivan en misa el
amor al prójimo. Por eso, en el fondo, las leyes de la moral cristiana
(parábolas del evangelio) no le son atractivas a ninguno.
Colofón: El capitalismo tiene muchas fuentes y una de
las más arraigadas es la que dicta: “No todos somos iguales”. Pero también hay
otras: “Existen clases sociales superiores y, por ello, deben regir el mundo”.
O, “La inteligencia suprema en los hombres es aquella capaz de construir todo
aquello que le permita vivir en un nivel tan alto y separado de los demás; es
decir, a la misma distancia que los separa su inteligencia, su ingenio y su
astucia”. O, “Si Dios hubiera querido que todos fuéramos iguales nos habría
dotado de la misma capacidad para producir dinero”. (Al igual que el Programa Ser Pilo Paga, es decir: beneficiar de educación superior a los ‘pilos’ solamente, lo que equivaldría a garantizar la salud a los ‘saludables’ solamente.)
Destacan estas entre las máximas más exculpatorias, es decir, con las cuales
poder consolarse la conciencia y lavarse las manos simultáneamente, lavándoles
el cerebro a los demás en el proceso.
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Esta columna fue publicada por El Diablo Viejo:
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