Cuba, o la ignorancia crapulosa
La
enfermedad del ignorante consiste en ignorar su propia ignorancia. Amos Bronson
Alcott (1799-1888) filósofo y pedagogo estadounidense.
Aún en pleno
siglo XXI cuando ya Estados Unidos no puede tapar el cielo con la mano resulta
difícil que la crápula de la ignorancia del ciudadano común no sorprenda a
quienes conocen la historia de Cuba y también sus logros tras 60 años de
opresión a manos de un embargo impuesto arbitrariamente en el marco del Derecho
internacional (Carta de las Naciones Unidas). No se trata de un conocimiento
que dependa de la apreciación del intérprete o de un historiador y tampoco de
una opinión. Se trata de hechos representados en cifras y tasas. Cuba ostenta
los índices de educación y de alfabetización más altos entre los países
desarrollados, según la Unesco, y el 0% de desnutrición, según el Fondo de las
Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), mientras Colombia el 18%
(Venezuela el 5%). También es el único pueblo de América Latina con la más baja
tasa de mortalidad infantil y donde el narcotráfico no existe. ¿Qué, qué? Sí,
señores. Entérense.
¿De qué valen
la educación, la salud, la comida y la paz social sin libertades tales como la
de prensa o el desplazamiento a otros países? sostienen algunos, seguros de sus
críticas. Sinceramente no sé cuáles sean las prioridades de estos “críticos” o
cómo prefieren el mundo, pero creo, sin temor a equivocarme, que aún si ambas
cosas fueran ciertas preferiría no ver RCN y Caracol ni salir de Colombia
mientras hago un peregrinaje de extremo a extremo al amparo afable e inequívoco
de un óptimo estado de salud o hacer ejercicio de mis facultades naturales
investido de un título profesional que me declare apto para ello sin que mi
capacidad económica haya obstado en el proceso. ¿O prefiere el ciudadano común
poder ver RCN y Caracol desempleado y sin educación, o enfermo de muerte, o
muerto de hambre? ¿O cree también que un embargo comercial es como un mosquito
en el antebrazo cuya molestia se resuelve con el chasquido de los dedos?
Entre la
indignación y el desprecio y el mal de risa que provocan simultáneamente estos
“críticos” vale la pena aclarar, so pena de que la ignorancia se transforme en
una enfermedad terminal, quizá no del cuerpo pero sí del cerebro o su
intelecto, que un embargo comercial (consagrado en la Ley Helms Burton de 1996)
prohíbe a los estadounidenses hacer negocios con o en Cuba y asimismo a las
compañías no estadounidenses. Se priva al país embargado de obtener productos o
bienes y servicios y materiales de transporte, infraestructura y tecnología a
través de relaciones comerciales con los países del mundo. ¿No es eso una
dictadura?
Según la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el embargo le ha
costado a Cuba una suma superior a los 117 mil millones de dólares desde cuando
entró en vigor en 1962 y más de 833.755 millones de dólares si se considera la
depreciación del dólar desde entonces. En virtud del embargo, Cuba no puede
importar medicamentos ni recibir la tecnología que la industria química
necesita para elaborarlos o los productos agrícolas cuyo clima propicio no
existe en la isla. El embargo califica como un acto de «genocidio» según la
Convención de Ginebra de 1949 y como un acto de «guerra económica» según la
Declaración del Derecho de Guerra Marítima de 1909, como también lo sostuvo en
octubre del año pasado el representante permanente de Naciones Unidas en Cuba,
Bruno Rodríguez, ante la Asamblea General de la ONU (en dicha fecha reunida a
los fines de poner fin al embargo votando unánimemente en su contra a excepción
de Estados Unidos e Israel).
La Ley HelmsBurton promulgada por el Congreso de Estados Unidos estipula que “el embargo
debe permanecer vigente en tanto Cuba no establezca un gobierno democrático”.
¿Democrático? Pregunto: ¿Qué de democrático o soberano tiene que un país
extranjero intervenga en los asuntos internos de otro violando el Derecho
internacional contenido en una Carta de las Naciones Unidas que él como Estado
miembro de la ONU suscribió y prometió respetar? ¿Qué país del mundo viola la
soberanía de otro en razón de una discrepancia con su sistema de gobierno?
¿Hemos visto a Corea del Norte o a China o a Irán haciendo lo mismo contra
quienes no comparten su visión política del mundo? Solo «the land of the free
and the home of the brave» hace eso.
El espíritu de las leyes cubanas
MIGRACIÓN
El embargo
impuso la necesidad de establecer prioridades y asimismo las restricciones que
las hicieran valer. La fuga de cerebros, de talentos o «migración altamente
calificada» (MAC) es para Cuba lo que la «fuga de capitales» es para el resto
del mundo. La fuga de «capital intelectual» constituye la fuga de «capital
financiero» de Cuba. Dependiendo únicamente del talento para producir todo
aquello que el embargo le impide obtener, se ve en la lamentable necesidad de
retener profesionales de envergadura (educadores, médicos y científicos en
general). Gracias a ello, sin embargo, hoy es el pueblo más educado de la
Tierra (supera a Escandinavia –Noruega, Dinamarca, Suecia, Finlandia e
Islandia– en inversión en educación).
Contrario a
lo que proclama la arrogancia que caracteriza al grueso mayoritario de
ignorantes (en especial a las clases cubana miamense y anexionista colombiana)
Cuba sobresale en el cumplimiento de los derechos humanos (económicos, sociales
y culturales). Educarse o tratarse en Cuba no depende, como en Colombia, de la
capacidad económica del individuo sino de la sola realidad de ser un ser
humano. Mientras en Cuba los derechos humanos constituyen una garantía del
Estado, en Colombia son un privilegio.
Ningún otro
pueblo de América y gran parte del mundo conoce y estima más a sus héroes
nacionales que el pueblo cubano. Una muestra de ello apareció la semana pasada
en las redes sociales cuando una federada cubana presente en el discurso del
presidente Barack Obama fue entrevistada y, con el corazón en la mano y la voz
quebrada, habló distinguidamente del poeta y ensayista José Martí (apodado el
«Apóstol» de la revolución). En Colombia sabemos quién es Mickey Mouse y cuál
es la última fotografía de Kim Kardashian mientras ignoramos quiénes fueron
para Colombia Francisco de Miranda o Jorge Eliécer Gaitán y renegamos de
nuestro premio nobel de Literatura, pues vivimos abrazados con un adobo
sacrificial de embrutecida responsabilidad a la enajenación cultural que la
política de consumo estadounidense imparte. Tampoco el hambre y la sed de
nuestros niños nos alarman porque no vivimos bajo un régimen comunista y,
resulta que quienes viven bajo ese régimen (Cuba) o uno similar (Ecuador,
Bolivia) no presentan nuestros problemas y tampoco los de Estados Unidos
(racismo, enfermedad, narcotráfico).
LIBERTAD DE
PRENSA
La libertad
de expresión consiste (artículo 19 de la Declaración Universal de los DerechosHumanos de las Naciones Unidas) en la posibilidad de publicar o expresar
libremente información u opinión sin ser amonestado en el proceso o como
consecuencia de ello. En el marco de esta definición podríamos decir que la
libertad de prensa no existe en Colombia tras la centena y media de periodistas
asesinados a manos de la persecución política del Estado desde 1977 hasta el
presente, según la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y los ciento
cinco líderes sociales asesinados solamente en el 2015, según el Centro de
Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC). De Cuba, en cambio, no se
conoce una sola ejecución extrajudicial desde la Presidencia de la Revolución
cubana en 1959 (como sí durante la dictadura militar de Fulgencio Batista con
el auspicio de Estados Unidos).
El gobierno
cubano justifica su restricción a la libertad de prensa en una razón que no les
vendría mal a RCN y Caracol (o CNN) practicar: impedir que los medios de
comunicación masiva sean empleados contra la soberanía del país o para la
difusión de información manipulada o no veraz. Aún, la restricción no nació de un
arrebato de la revolución sino tras la desinformación que padeció Cuba a voz de
la radio pirata estadounidense Swan durante la década del 60 una vez triunfara
aquella. A los fines de establecer control de la opinión pública Estados Unidos
se dedicó a decir que Fidel Alejandro y su Ejército Rebelde estarían
implantando un sistema de gobierno que conduciría a la represión y el hambre y
de ahí el puñado de emigrantes cubanos a Miami (EE.UU.) que en Cuba no pudieron
estar presentes para hacerse testigos de la mentira. Se trató, empero, de la
clase acomodada, es decir, de una clase social que tras décadas de privilegios
siente la igualdad social como una opresión.
Fue así cómo
apareció –no de la nada ni sin justificación– la Ley 88 del Código Penal que
castiga el empleo del periodismo con propósitos iguales o semejantes a los de
la radio pirata Swan o de la Ley Helms Burton de 1996.
El cinismo
Un embargo
«económico», «comercial» y «financiero» es, literalmente, una tentativa de
genocidio por la cual Estados Unidos jamás ha sido enjuiciado ni lo será nunca.
¿Qué tiene entonces de «histórico» (como lo calificó el diario nacional El
Tiempo) la visita de Barack Obama a Cuba cuando todavía sobrevive un embargo
que, eso sí, Estados Unidos puede suprimir de la noche a la mañana con el
chasquido de los dedos? Barack aún está por demostrarle al pueblo de Cuba a
quien le expresó su cariño y también al mundo al que vive prometiéndoselo que
su voluntad de suprimir el embargo es tan real como la resistencia y la
reciedumbre de carácter de ese pequeño pueblo en medio del Atlántico que en el
siglo XX logró lo imposible: resistir.
Una opción
ejercida por Fidel Alejandro en representación de la moral del pueblo cubano ha
fungido de ejemplo para los países doblegados ante el Consenso de Washington
que han entregado su soberanía en el marco de conductas serviles propias de un
colonizado (¿Puerto Rico y Colombia?). Me refiero a no haber cambiado (Fidel)
un solo cheque de los que Tío Sam (EE.UU.) le enviara por el uso de la base
militar estadounidense en la Bahía de Guantánamo establecida también
arbitrariamente en el marco del Derecho internacional (Convención de Vienasobre el Derecho de los Tratados; Tratado cubano-estadounidense). Esto lo ha
hecho Estados Unidos para quedar bien con la opinión internacional (ONU): «Les
enviamos el pago por el uso de Guantánamo. Si se rehúsan a aceptarlo es asunto
suyo, no de nosotros. Cumplimos con hacer los pagos; es Fidel quien no quiere
que ese dinero pase como beneficio a su pueblo, que gracias a él muere de
hambre, pues esas son las garantías del comunismo: hambruna y miseria».
¿Acaso no son
esas las garantías (o pretensiones) de un embargo económico, comercial y
financiero como tentativa de genocidio a un pueblo que se negó a ser su
esclavo; el esclavo que solo pudo ser durante la dictadura de Fulgencio Batista
(1952-1959) con el patrocinio de una potencia que ha apoyado (cuando no
financiado) cada una de las dictaduras de América Latina? También con el colmo
del cinismo reniegan de presos políticos en Cuba y otras naciones como si la
base militar de la Bahía de Guantánamo fuera una sede de la Cruz Roja y no un
centro penitenciario objeto de múltiples denuncias de tortura sobre los
prisioneros de guerra del Medio Oriente.
Esta columna fue publicada
por Revista Semana:
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